¿Cuándo la fe deja de ser un don? ¿Cuándo se convierte en superficial? Estas preguntas, que pueden encender el fuego de la polémica, fueron respondidas en los años 50 por la psicología. Los psicólogos de dicha época veían carencias en un sistema basado en modificar las conductas de las personas para cambiar sus vidas. Veían que la evolución, el crecimiento personal sería más eficaz si el paciente razonaba, empleaba la memoria y aprendía. Paralelamente, el camino de fe también es un proceso lento que requiere de entendimiento, rememorar la propia experiencia y aprender cada día. Es decir, la oración, la espiritualidad y otras actividades pretenden ser pequeños espacios -en múltiples formas y lenguajes- integrados en la vida de cada persona.
Sin embargo, existe otro tipo de espiritualidad que -a mi entender- puede significar un peligro. En la medida en que dicha actividad espiritual se aleja del trasfondo humano y se convierte en una práctica terapéutica, ésta puede perder todo su contenido. Dicho de otra forma, cuando hacemos de eventos religiosos unas tomas que debemos administrar periódicamente, se pueden llegar a parecer más a un analgésico que a un tratar de amistad estando a solas muchas veces con quien sabemos nos ama (Teresa de Jesús).
¿Cómo sucede esto? Según hemos ido viendo estos tiempos, la espiritualidad ha pasado de ser una forma de vivir en el mundo a convertirse en “experiencias” y, por último, en una serie de productos. Productos claramente definidos, identificados por un público objetivo al que no le interesa entender el Evangelio, sino consumir religiosidad en cápsulas. Viendo ejemplos para identificar la práctica:
- Escapada: En la fundación de Hakuna se concibió que el ocio debía ser parte importante del grupo. La práctica es todo un acierto, con el tiempo ha formado parte de su identidad. El problema nace en el momento en que la “escapada” es el producto a ofrecer. Cuando llega una imagen con letras blancas hablando de escapada, a un joven de un determinado sesgo de la población, debemos plantearnos por qué no se llama “convivencia”, “ruta”, “viaje”… Si siempre es una escapada, por consiguiente, es un producto.
- Hora Santa: La Adoración Eucarística es una práctica muy común desde hace unos siglos, pero su nombre cambia en ciertas ocasiones. Recibe el nombre de “Hora Santa” cuando dicha oración guarda alguna relación con la oración de Jesús en Getsemaní. Por tanto, en Jueves Santo suele rezarse una Hora Santa. De la misma manera, Pedro Manglano propuso un espacio de oración en el que se expone al Santísimo de manera semanal, lo que llamó “horas santas”, es decir, tiempos para que los jóvenes oren de manera cotidiana. Vuelvo a decir, ambas son buenas, lo que no es bueno es cuando se utiliza el término de manera inapropiada. Ofrecer una “Hora Santa” que no tiene nada que ver ni con Hakuna ni con Getsemaní es aprovechar un nombre, un producto. Cuando escuchas a un joven decir: “Vente que es rollo Hakuna”. Da por pensar que lo que sirve es un sucedáneo, no algo propio.


Poner nombres creativos a las cosas es bueno, ya que habla de la propia identidad de sus creadores. Pero llamar a algo como otros lo hacen, para así acceder a un mercado, es una estrategia de marketing. Hacer un producto a medida de un cliente es algo gris oscuro que a veces la Iglesia ha tenido que aceptar. Es difícil saber cómo equilibrar la parte de nuestro mensaje que debe ser para atraer al público y la parte que debe transmitir autenticidad. Pero debemos afirmar una cosa: el Evangelio es para todos, y usar nombres o etiquetas para un público muy específico, más que construir el Reino, es construir un feudo.
Querido lector, no se si ha tenido un tono inapropiado el artículo, igual una última parte algo rancia. Como el ánimo no era herir no se ha entrado en el hecho de poner “parroquia de San José” o “jóvenes de San José”. Lo cierto es que la existencia de esas “marcas” daría para hablar un poco más sobre mercantilizar la fe, pero otro día. Lo dejamos en visto, como una errata que no va a repetirse antes de que sean oficialmente parte de nuestra parroquia.